Lleva puesto un par de tacones de 12 centímetros. Un vestido gris
cubre su corpulenta figura. Un antifaz de maquillaje rodea sus ojos y un par de
medias moradas ocultan sus velludas piernas. Esta sentada en la barra del
Buda-Bar, ubicado al norte de Quito en el corazón de la Mariscal, con sus manos
rodea sus pechos, se baja un poco el corset de su vestido para que todos puedan
apreciar los 95 cm de sus senos. Luego se arregla con cuidado escondiendo su
pene. Lo mira con desprecio en su rostro se dibuja una mueca y repite a
regañadientes “¡maldito! ¡maldito!”.
El rechazó a aquel pedazo de carne comenzó la noche del 15 de marzo
de 1999. La noche que marcó su vida. Ramón Rodríguez tenía 17 años cuando sus
padres lo descubrieron en la habitación
teniendo relaciones sexuales con Luis Chacón, un joven de 19 años con quien
mantuvo una relación de cinco meses. Recuerda el rostro de sus padres
como una puñalada que cala aún muy adentro. “Los decepcione” –dice -
“pero no me arrepiento”. Francisco Rodríguez y Elena Vaca, sus padres, llenos
de furia entraron a la habitación, los separaron, les lanzaron todo lo que
encontraron en el camino, los insultaron y los echaron a patadas. Estaban
desnudos, apenas habían alcanzado a coger un par de camisetas. Avergonzados, por el escándalo que se había
formado en la calle por los gritos, subieron al auto de Luis, lo encendieron y
fueron sin rumbo, sin pronunciar ni una
palabra.

Ramón estaba en shock, le atormentaba la idea de que su secreto, aquel que
había guardado sigilosamente desde niño había salido a luz. Ramón sabía que
algo diferente había en él desde pequeño, recuerda que uno de sus compañeros de
clase le atraía, pero nunca se atrevió a hablarle. Su vida en el Colegio Mejía era para él la prueba más grande de superar,
día a día debía ocultar sus verdaderos sentimientos. Dice con un tono
nostálgico, mientras toma un vaso de vodka dice que “fue una de las etapas más crudas de
mi vida”. Sin embargo, el único rasgo de masculinidad que tuvo fue cuando llegó a ser el goleador del
intercolegial de 1995.
Ramón salió del shock en él que se encontraba, fueron a la casa de
Luis para pasar la noche juntos. Pasaron seis días y Luis le pidió que busque
un lugar en donde pueda vivir, Ramón comenta que “prácticamente me botó y todo
fue su culpa, maldito ¡hijo de puta!”, porque según Luis el departamento era
muy pequeño. Luis le dio algo de dinero, discutieron, Ramón salió de ahí
enfurecido. Camino por una hora y media bajo la lluvia y entró a un bar GLBTI (un
bar de Gays, Lesbianas, Bisexuales, Transgenero e Intersexuales).
Esa fue la noche en que su vida empezó a cobrar sentido. La noche del
21 de marzo de 1999, la noche en que volvió a nacer. Entro cabizbajo, se sentó en una mesa de madera un tanto descolorida
y se pidió un vaso vodka. Pasaron un par de minutos cuando un homosexual de un
1.78 cm, de 35 años, corpulento, de dientes escandalosamente blancos y cabellera negra se le acercó, sensualmente, y
le preguntó:
-
¿Por qué tan solo guapo?
-
Puedes sentarte conmigo si
quieres, ¿te invito un vodka?
-
No, gracias ricura, se toca la
barbilla, ¿Cuántos años tienes?
-
17 – contestó- ¿tú?
-
Eso que importa, me gustas,
¿trabajas aquí?
-
No, mi vida pero necesito un
trabajo
-
Yo puedo pagar por tus
servicios.
Esta charla se quedo grabada en la memoria de Ramón para siempre.
Era la primera vez que alguien que no conocía le proponía tener sexo. Ramón
entro pánico y lo rechazó. Joel Camacho se dio cuenta de su descaro y le pidió disculpas,
charlaron por unos y había llegado el momento de preguntarle a Ramón si era
pasivo o activo (pasivo es quien desempeña el papel de mujer en las relaciones
homosexuales). Ramón contestó que era pasivo. Joel también lo era. Él le dijo
que entonces debería tener un nombre más
acorde a sus tendencias. Lo bautizó como ‘Lulú’. Y él se presentó con el
suyo ‘Tafy’.
‘Tafy’ llevó a ‘Lulú’ a su departamento. En la
entrada encontraron la última edición de la revista Gay Times en
la cual se hablaba sobre los cambios en el cuerpo físico para llegar a ser una
mujer. Sus mentes volaron, imaginaron cómo se vería, sin duda empezaron a soñar
en ser las mejores.
***
‘Lulu’ frente a un espejo, toma la base color
canela y la esparce por su rostro, maquilla sus ojos un sobra azul oscura
y pone
labial rojo rubí sobre sus carnudos labios. Termina
de arreglase y fuma un tabaco mentolado, sus favoritos. Camina arreglando su
cabello, hasta llegar al escenario donde su metro setenta se pierde en el espeso humo que la espera.
Trabaja desde hace 11
años haciendo estriptís en el Buda- Bar y en el bar clandestino de su mejor
amiga. Además se prostituye en el baño del bar de ‘Taffy’. De esta forma ‘Lulú’
logró cumplir una parte de su sueño, ponerse un par de senos gigantes. Ese
sueño le costó seis años de trabajo, 45
tires y 24 chupadas a otros hombres, es
decir, 3.500 dólares.
Viajó el 8 de abril del 2005 a Colombia junto a su
amiga ‘Taffy’ , quien nunca se atrevió a entrar a un quirófano porque como ella
dice “soy una loba vieja”, a los tres días se salió el hospital con un par de
senos nuevos. Después de 12 días de haber recibido los cuidados amorosos de
‘Taffy’, regresaron al Ecuador. La vida de ‘Lulú’ cambió notablemente. Como
dicen sus amigos más cercanos como Andrés Lisboa de 28 años, uno de sus compañeros
de cama más candentes, “‘Lulú’ al principio era tímida
pero después de la cirugía se volvió
toda una tigresa”. Además empezó a tomar
hormonas femeninas (levora, potía y drospirenoma de 300 gramos), para que su
cuerpo sea más femenino, como ella dice: “son mi coctel de feminidad”.
Ocho meses después, salió a comprar sostenes al Centro
Comercial Ipiales con Ana Hidalgo, una lesbiana
de 20 años. Cuando estaban terminando sus compras un grupo de hombres,
vestidos de negro, las arrinconó en una
pared entre las calles Imbabura y Chile. ‘Lulú’
y Ana recuerdan todo en cámara lenta. Sin embargo, esa tarde a ‘Lulú’ le dejó una marca imborrable. Recuerda el
sonido de su cabeza chocar contra la pared, de piedra solida, como estrellar
una nuez contra el piso. Una cicatriz de 18 puntos al lado izquierdo de cabeza.
“Me gritaron: media mujer medio hombre asqueroso”. En el Ecuador los ataques
Homofóbicos llegan 12.3% anual.
Tres semanas escuchando voces que le gritaban
“asqueroso”, teniendo pesadillas escalofriantes y sudando helado. ‘Lulú’
comprendió que el despreció de sus agresores era justo. “No soy ni un hombre, ni una mujer, soy los dos. Yo misma
me doy asco, mi pene este ¡puto! pene tiene la culpa”.
Desde el incidente ‘Lulú’ dejó de trabajar. El 12 de
enero del 2006 ‘Lulú’ tuvo una crisis nerviosa
que la llevó al Hospital Eugenio Espejo. Quedó estéril. Intentó
aniquilar su pene, lo golpeó con todo lo que encontró, no dejó de lastimarse
hasta ver que este sangraba sin parar. No le importaba el dolor porque su rabia
era cada vez más fuerte. Pasaron dos meses y se dio cuenta que todo lo que le había pasado
era solo un pretexto para luchar por operarse y quitarse ese pene que tanto le
agobiaba.
***
La puerta de madera
café del baño mixto del bar de ‘Taffy’
se cierra a las 17:h55 cada jueves, viernes y sábado por lapsos de 35 minutos dependiendo
de las parejas que tenga ‘Lulú’ cada noche.